Wednesday, March 27, 2013

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Quince años tenía Juan Manuel Fernández Montoya, entonces ya conocido como Farruquito, cuando debutó en el Royal Festival Hall de Londres con 'Raíces flamencas'. Su recuerdo es el de un público muy respetuoso y sin ánimo de jalear, hasta el punto que el imberbe bailaor se preguntaba: "Si no aplauden es que no les estará gustando".

Pero vaya si aplaudieron al final... "Cada público tiene su punto, y el de Londres, que ve muchos tipos de espectáculos, tiene ese respeto hacia el artista que al principio te impone. A los flamencos nos gusta en el fondo que la gente se exprese y no se corte. Los aplausos y los 'olés' nos vienen muy bien".

No tuvo que esperar esta vez hasta el fin de fiesta Farruquito. Cinco minutos le bastaron para arrancar la primera cascada de aplausos, compartidos con la espléndida Karime Amaya (sobrina-nieta de la legendaria Carmen). El público se volcó como nunca en el regreso del bailaor gitano a los escenarios londinenses, al cabo de nueve años y después del trago amargo de la prisión que partió su carrera en dos, pero que no mermó un ápice su pasión por el baile.

Farruquito actuando. | Foto: Sophie Mühlenburg
"Yo nací flamenco y no puedo separar esa sensación de mi vida personal. Aun cuando estoy quietecito, estoy bailando con el alma. Es algo que le debo a toda mi familia y sobre todo a mi abuelo, el Farruco. El sí que fue un maestro, y yo en todo caso un discípulo de 30 años".

Revolución desde dentro

'Abolengo', el espectáculo que se trajo hasta el Sadler's Wells de Londres, fue casi una declaración de principios, en el décimo aniversario del Flamenco Festival de Londres. "Uno puede ser revolucionario desde la tradición, como lo fueron Carmen Amaya y el Camarón o como lo sigue siendo Paco de Lucía", palabra de Farruquito. "Pero el flamenco hay que revolucionarlo desde dentro, sin tener que ir a otros géneros ni acabar bailando a Tchaikovsky por los suelos. Eso no es flamenco".

Farruquito reivindica "la pureza" del baile que le llega por las venas, al igual que a su pareja artística en 'Abolengo', Karime Amaya. "Ni ella ni yo seríamos nada sin nuestra estirpe", dijo el bailaor, micrófono en mano, casi sin resuello tras hora y media de taconeo. "Esto que hacermos es un agradecimiento a nuestros ancestros".

Karime Amaya, niña de fuego, brilló con fuerza propia en un espectáculo limpio y puro, concebido para mayor deleite de los dos bailaores... "Los dos tenemos una idea muy parecida del flamenco. Salimos con una estructura, pero dejamos espacio a la improvisación, como siempre ha sido y debería ser en nuestro arte".

Farruquito y Karime.
Farruquito critica sin ambages esa tendencia a "enfriar y enlatar" el flamenco que no le va... "No podemos meter el baile en una lata de conservas, o siempre nos sabrá igual. Para mí, nuestro arte es como un potaje de garbanzos, cocido a fuego lento en la olla, para que nunca sepa a lo mismo. Uno se siente cada día de un modo distinto, y así es como se tiene que expresar".

12 años después

A Farruquito le vimos triunfar por cierto en el 2001, a su paso huracanado por la Gran Manzana, elegido por 'The New York Times' como "el mejor artista" de aquel año. Le preguntamos qué queda de aquel joven impetuoso de 18 años, cómo ha crecido como bailaor y como persona. "Espero haber aprendido algo. Las experiencias te marcan y uno va madurando. Pero creo que queda mucho de lo que yo siempre he sido. Cuantas más cosas aprendes, tienes también el riesgo de dejar otras cosas puras de lado. Si te descuidas, puedes acabar perdiendo el norte. Por eso, en momentos de confusión, yo sigo acordándome del principio, de mi abuelo y la familia. Ellos son para mí la fuente de lo auténtico, de la que procuro seguir bebiendo".

Farruquito.
El peso de la fama, asegura, no le ha afectado a su vuelta a los escenarios, tras el hiato de cuatro años... "En España es famosa Belén Esteban, por ponerte un caso. Yo, lo que de verdad valoro, es el reconocimiento por mi trabajo, no por ser un tipo más o menos mediático. El flamenco es un trabajo muy duro, y cuando logras los halagos de la gente y de la crítica ya te das por satisfecho. Eso sí, sin perder nunca un punto de humildad, que es la única manera de seguir aprendiendo".

"Yo bailo por un placer del alma, por esa necesidad de expresarse que surge del lamento de un cantaor gitano", concluye Farruquito. "Yo no bailo para exhibirme ni para demostrar nada. Para mí es ya un éxito poder estar en un pedazo de ciudad como ésta, en un pedazo de teatro y con un pedazo de cartel como el que tenemos este año. Gloria bendita".

Le preguntamos finalmente a Farruquito, tras su éxito londinense, si le queda alguna plaza por conquistar, alguna meta que le quite el sueño. "Si pienso mucho en el mañana me desconcentro. Me veo más como un luchador que prefiere vivir en el hoy para seguir aprendiendo".





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